(Sevilla, 1895 - Madrid, 1958) Poeta español. Por línea paterna era de origen asturiano ya que su padre había nacido en el pueblo marinero de Tazones donde en 1517 desembarcó Carlos V, pisando por primera vez suelo español; su madre Amalia Rossi era andaluza de ascendencia italiana. Adriano del Valle recorrió toda la Península entre sus diecisiete y sus veintiún años, fue viajante de comercio del negocio paterno (fabricación de juguetes) en su juventud. Después fue representante de la maquinaria agrícola de Ajuria Enea y viajaba por todos los cortijos andaluces. Su vocación poética descubierta a través de la lectura de "Cantos de vida y esperanza", de Rubén Darío. Se adhirió en primer lugar al ultraísmo, y fundó en Sevilla, junto con Isaac del Vando-Villar, la revista Grecia, que agrupó a los jóvenes poetas postsimbolistas, siendo posteriormente seguidor de la vía neopopulista de García Lorca y Alberti.
Fundó luego, junto a Fernando Villalón y Rogelio Buendía, la revista Papel de Aleluyas, en Huelva, y dirigió otras como Mástil, revista Nacional de las Organizaciones Juveniles y Arte y letras, ambas de Madrid, así como la revista cinematográfica Primer Plano. La influencia del Lorca del Romancero gitano y del Alberti de Marinero en tierra se hacen notar con fuerza en su primer poemario, Primavera portátil (1934). El libro recoge los poemas escritos por Adriano del Valle entre 1920 y 1923, y se editó con ilustraciones de Eugenio D'Ors.
En 1934 y 1937 obtuvo el Premio Sánchez Bedoya, otorgado por la Real Academia Sevillana de Buenas Letras y, en 1934 se le concedió el Premio Nacional de Literatura por su obra Mundo sin tranvías, escrita entre 1931 y 1933, y que quedó inédita en vida de su autor. En plena guerra civil colabora fervorosamente con el movimiento falangista a través de los servicios de Prensa y Propaganda que desde Burgos encarrila y dicta Dionisio Ridruejo. Adriano del Valle se encontraba en Sevilla y aquí escribe en el diario falangista F.E. que dirige Tomás Borrás quien sentía por él una enorme admiración. Llegada la Victoria escribe Lyra sacra (1939) y Los gozos del río, de 1940. Adriano del Valle se manifiesta en ellos como un poeta de barroquismo desbordante, abierto a las más diversas sensaciones, sin eludir en ocasiones un conceptismo extremado. Colaboraría también en el primer número de la revista Escorial que aparece en noviembre de 1940. La revista era una idea personal del grupo falangista universitario que lo formaban Pedro Laín Entralgo, Dionisio Ridruejo y Antonio Tovar. Los dos primeros fueron, respectivamente, director y subdirector de la nueva publicación; actuando como secretarios de redacción el poeta Luis Rosales y el crítico Antonio Marichalar. El equipo procedía de la prematura experiencia de Jerarquía.
Publicó a continuación Arpa fiel (1941), en donde vuelve a cauces de mayor clasicismo. El libro le valió el Premio Nacional de Literatura José Antonio Primo de Rivera de 1941, y el Premio Fastenrath, de la Real Academia Española, de 1942, y fue saludado por Azorín como un hito en la creación poética española. Su producción tardía incluye Sonetos a Italia (1942); La Innombrable (1954); Misa de Alba en Fátima y Gozos de San Isidro (1955); Oda náutica a Cádiz (1957); Égloga de Gabriel Miró y Fábula del Peñón de Ifach (1957). Inéditos en vida del autor, aparte el poemario antes citado, quedaron El jardín del centauro, poesías de 1916-1920; el auto sacramental La divina pastora (1923) y Musa-Omnibus, poemario de 1934-1937. A la muerte de Manuel Machado, José María Pemán, entonces director de la Real Academia Española, ofrece a Adriano del Valle presentar su candidatura para ocupar el sillón que había quedado vacante. Pero del Valle rehusó porque pensaba que siendo director de la revista Primer Plano y delegado para España del Anuario Financiero del Banco de Vizcaya, obligado por tanto a visitar despachos comerciales, no quería que en sus tarjetas figurase, quizá en un excesivo criterio de pureza, el honroso título de la «Real Academia Española».
Escribió una biografía, también inédita, de Fernando Villalón: Fernando Villalón, héroe de arpa y garrocha. Sobre un trasfondo de andalucismo, su poesía se impregna en ocasiones de imaginería futurista de indudable brillantez y vistosa polifonía verbal de raíz barroca, para serenarse en su poesía posterior en un clasicismo de rotunda y mediterránea expresividad. Añádese a ello el catolicismo del autor, esteticista y escenográfico, ceremonial y litúrgico. En sus últimos años ocupó la jefatura del Instituto Nacional del Libro Español. Era un hombre corpulento que llegó a pesar más de cien kilos como se aprecia en los espléndidos retratos que le hicieran Manuel Ortega y Vázquez Díaz. Hombre jovial y cariñoso falleció de cáncer de pulmón aunque no fumaba pero sufría de asma. Fue amortajado con el hábito de monje mercedario y el único varón de sus siete hijos, relata lo ocurrido instantes después de su fallecimiento: «Tuvo, mi padre, una muerte ejemplar y cristiana. En el momento de ocurrir yo, que me encontraba a su lado, presencié una serie de extraños fenómenos. Una Virgen de Fátima, que le había traído de Portugal su amiga la actriz Elena Espejo, se cayó de la mesita de noche al suelo, quedó de pie y empezó a sonar su clásica música. Al mismo tiempo, se abrió el gran ventanal de su habitación, flamearon los visillos, y penetró o salió un suave viento a la vez que comenzó a nevar, a caer grandes copos como nunca yo había visto antes»
SONETO A GARCILASO
(Publicado en Jerarquía. Número Tercero)
CAMINA Garcilaso, deslumbrado,
orillando los húmedos verdores
de un Tajo que refleja en resplandores
a un mágico Toledo arrebolado.
Enajenado en éxtasis dorado,
le asedian los aromas de las flores.
le asaltan los suavísimos olores
de un escuadrón de lirios desplegado.
Esbelto capitán de mariposas,
las húsares libélulas del viento
le cercan como a humana ciudadela;
y el Mariscal de Campo de las rosas,
el ruiseñor del verde campamento,
con su alarma canora se desvela.
EPITAFIO A JOSÉ ANTONIO
Cisne fue. Cisne esbelto que agoniza
y mueve estrellas conmoviendo el aire,
derrumbando las alas de los pájaros
y en la ceniza derrumbando el fuego.
Vivió, clamó y murió verticalmente,
cambiando con el plomo la sonrisa.
Y conmovida en lágrimas, la noche
al alba lo encontró, muerto, a sus plantas.
Su sangre ya salpica las estrellas.
Su sangre enturbia el rumbo de los peces.
Donde su cuerpo, fulminado, yace,
su fuente es acueducto de la Patria
con la cal destilada de sus huesos
fundadores de rosas y laureles.