10/11/09

Los poetas de la División (II)


Hoy quiero recordar el poema "Aquel camarada" que el soldado de Transmisiones, Jose María Suasi dedicaba a los caídos de la Falange y que apareció publicado con fecha 16 de marzo de 1942 en el nº 19 de la Hoja de Campaña, en cuya portada se anunciaba la concesión de la Cruz de Hierro a Muñoz Grandes, por lo que aprovecho para realizar una pequeña semblanza del que fue el primero de los dos generales que tuvo la División Azul al mando, y que por su valor, decisión y tenacidad se le considera también, el primero de los soldados que lucharon en el Frente Ruso.

Agustín Muñoz Grandes nace en 1896 en el populoso barrio madrileño de Carabanchel. Su infancia, en una España en plena decadencia tras la pérdida de Cuba y Filipinas, le descubre una temprana vocación militar, por lo que ingresa en la Academia de Infantería de Toledo, obteniendo su despacho en 1913. Con tan sólo 19 años se alista voluntario para África, obteniendo rápidos ascensos por méritos de guerra. Nombrado Primer jefe de Fuerzas Regulares, y posteriormente, Jefe de los Guardias de Asalto, tiene que dejar este puesto tras la victoria del Frente Popular en 1936.

Con el estallido de la guerra se libra de ser asesinado en Madrid, siendo salvado por sus antiguos guardias de asalto y por la intervención del General Rojo. Encarcelado, consigue huir y llegar hasta zona Nacional. Durante la guerra combate al frente de un cuerpo de ejército de la Guardia Civil, y al finalizar la contienda ocupa brevemente el cargo de Ministro Secretario General del Movimiento y el mando de las milicias de Falange, donde según su ideario revolucionario en lo social, dictará una serie de normas encaminadas a eliminar la corrupción, conseguir un reparto más equitativo de los escasos suministros de alimentos y mayor protección para los trabajadores. Desde su puesto de Gobernador Militar del Campo de Gibraltar, rehusa por dos veces el mando de la recién creada División Azul por su enemistad personal y política con Serrano Suñer, al que considera "carente de espíritu genuinamente nacionalsindicalista", pero finalmente acepta por la presión del propio General Franco.

Ya como jefe de la División Azul, y siempre que el protocolo castrense se lo permitía, no lucía condecoración alguna -pese a poseerlas en gran número- sólo el Yugo y las Flechas de la Falange prendidos en su guerrera de la que asomaba el cuello de su camisa azul, incumpliendo él mismo las rígidas ordenanzas alemanas, como muchos de sus soldados. Unos soldados a los que, por otra parte, siempre estaba presto a escuchar con un talante muy abierto y a disposición del último guripa. Enemigo de la tradición aristocrática militar por la que un Oficial no se mezcla nunca con la tropa, su semblante triste y preocupado, tornaba a una sonrisa de un buen humor contagioso cuando en ocasiones comía el rancho con la soldadesca en franca camaradería, hablando con ellos de sus familias, sus tierras de procedencia, sus costumbres, ...

El acerado general mandaba a sus tropas con mano férrea, como a sí mismo, sacando lo mejor de cada uno de sus guripas de los que se sentía enormemente orgulloso: "con soldados como vosotros uno puede ir a cualquier parte". Hombre que no toleraba la cobardía, en algún golpe de mano iba al frente de sus hombres y cada orden que daba se obedecía ciegamente. Se decía que los soldados lo adoraban, los oficiales jóvenes le veneraban y los jefes le temían. De profunda fe católica, se negaba a aceptar los matrimonios que algunos divisionarios habían contraído con las "panienkas" rusas bajo el rito ortodoxo y con las que pretendían regresar a España cunado les llegaba la repatriación. Una repatriación que en su caso se produjo en diciembre del 42, siendo relevado por el general Infantes. Ya en España, ascendido al empleo de Teniente General y con la concesión de la Palma de Plata -la primera que se otorgaba desde la muerte de José Antonio- pretendía contar con la juventud y los elementos incorruptos de la Falange para luchar contra los que él consideraba intrigantes que habían embotado el impulso revolucionario del Movimiento, o contra los partidarios de la restauración de la Monarquía, ya que veía en don Juan "el hijo de una mujer inglesa que se ha criado en Inglaterra, el país que es el peor enemigo de España". Con su nombramiento el 3 de marzo de 1943 como Jefe de la Casa Militar del Generalísimo, se apaga la influencia del general Muñoz Grandes que siempre creyó y luchó por una España nueva y justa.

"AQUEL CAMARADA"

Aún me parece verlo ...
su recuerdo constante
llena mi pensamiento
y le veo delante
o allá en el firmamento.

Su cara de niño,
su cuerpo ya hecho,
su eterna sonrisa
que se quedó helada
bajo el puro armiño ...

Nieve, paz, la nada.
Al salir la aurora
que nació aquel día,
cuando nuestra vida
comienza a vivir,
sólo entre mis brazos
aquel camarada
dejó de existir.

Preguntáis: ¿Quién era?
¿Cómo se llamaba?
No sé responder,
sólo sé la idea
que en él encerraba,
porque en su insondable
postrera mirada
me lo dijo él.
Se la vi brillante
como aquel lucero
hacia el cuál subió;
era un falangista
y aún responde al eco
al ¡¡Arriba España!!
que al morir me dió.

Miré poco a poco;
un no sé que extraño
me obligó a rezar;
miré aquellos ojos
que un momento antes
en seminconsciencia
debí de cerrar.

Luego al enterrarle,
cuando ya para siempre
sus ojos serenos
no volvería a ver,
el yugo y las flechas
que mi novia hiciera
en su pecho de héroe
deposité.

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